Cerezas de tul
Estamos en deuda con La Coquita.
Antes de proceder a explicar qué es esta deuda (gracias a los hados del averno, no es monetaria), debo (yo, Curupisa) apuntar el dedo y contar que, en su momento, casi nos juntó el destino en esta ciudad. Pero la amenaza del denghe acobardó a esta valiente mujer (sí, hasta ella huyó de nosotros).
Bueno, no sé si fue el denghe o lo que le conté sobre el Kurupí (o a ella le atrajo --la historia, no el Kurupí-- y a Atilio no le gustó nada).
En fin... La Coquita nos entregó este premio, o mimo, o... no sabemos bien.
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besos