Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros
Dos cerdos lideran la revuelta, hasta que uno de ellos, Snowball, debe huir de la granja, perseguido por el ejército de perros guardaespaldas que ha conformado el otro, Napoleón. Todo en medio de una lucha por el lugar de mandamás. Desde ese momento, la revuelta degenera en algo que los demás animales no llegan a comprender. Los cerdos se apoderan del alimento, de la casa del granjero y hacen acuerdos comerciales con los humanos de otras granjas, adoptan costumbres humanas, esclavizan a los otros animales –quienes siguen persiguiendo el camino hacia la utopía-, en una clara traición a lo dictaminado en los mandamientos de la revolución.
Los líderes de la revolución se transforman en algo peor que el antiguo opresor: en algo igual al antiguo opresor.
...a los animales que desde fuera observaban la escena les pareció que algo raro
estaba ocurriendo. ¿Qué era lo que se había alterado en los rostros de los cerdos? Los viejos y apagados ojos de Clover pasaron rápida y alternativamente de un rostro a otro. Algunos tenían cinco papadas, otros tenían cuatro, aquéllos tenían tres. Pero ¿qué era lo que parecía diluirse y transformarse? Luego; finalizados los aplausos, los concurrentes tomaron nuevamente los naipes y continuaron la partida interrumpida, alejándose los animales en silencio.
Pero no habían dado veinte pasos cuando se pararon bruscamente. Un alboroto de voces venía desde la casa. Corrieron de vuelta y miraron nuevamente por la ventana. Sí, se estaba desarrollando una violenta discusión: gritos, golpes sobre la mesa, miradas penetrantes y desconfiadas, negativas furiosas. El origen del conflicto parecía ser que tanto Napoleón como el señor Pilkington habían jugado simultáneamente un as de espadas cada uno.
Doce voces estaban gritando enfurecidas, y eran todas iguales. No existía duda de lo que sucediera a las caras de los cerdos. Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién.ORWELL, George: La granja de los animales.
Lectura ineludible, como el gesto de levantar la cabeza a ver quién de todos es ese maldito cerdo...
Comentarios