Vomitar conejitos
"Ah, tendría usted que vomitar tan solo uno, tomarlo con dos dedos y
ponérselo en la mano abierta, adherido aún a usted por el acto mismo, por el aura inefable de su proximidad apenas rota"
Julio Cortázar, Carta a una señorita en París.
Cuando primero recibí el sobre de Pamela, un olor a nostalgia, un brinco lejano, pero conocido, al corazón. La sorpresa volvió luego con Mabel y Minte.
No era otra cosa que el recuerdo de otro tiempo: el de recibir ese correo tangible, estrechable, horizontal (no la lectura vertical del monitor de mi anacrónica pc). Cartas de amigos, parientes, amores, que se han suspendido en el (cíber)espacio.
Esa otredad tocable que señala su presencia, a través de la distancia.
Una otredad diferente podría haber sentido Andrée en el momento mismo de leer la carta. Un horror de conejitos vomitados por su amigo, ese ocupante transitorio de su departamento de Suipacha.
Baste no más decir que yo amo a Julio Cortázar desde mis lecturas de adolescencia, de sus cuentos recopilados en un tomito de la colección La Biblioteca Personal de Borges, lanzada en aquellos tiempos por Hispamérica. Sin embargo fue mucho tiempo después que leí "Carta a una señorita en París", del libro Bestiario.
Una carta (ya sabemos que en el fondo es un cuento, bah) sobre la creciente alienación de un hombre que se refugia, buscando paz, en el pulcro y lujoso departamento de Andrée (que no está, pero está). Sin embargo el caos fluye, y ese consuetudinario vomitar conejos de tanto en tanto, de a uno por vez, termina desencadenando el suicidio.
Vomitar conejitos, casi como (y llevando el gesto más allá de) aquella náusea*. Esa decena de conejitos vomitados, que ha llegado para deshacer ese orden ajeno y resguardado, y proliferar en un orden propio, que el hombre trata de contener. Esa otredad cacheteante, y ese descubrirse como la otredad del otro.
Y una carta que espera por esa señorita en París. Y luego el suicidio.
Para leer este cuento (bello, bello, bello):"Entonces está el amanecer y una fría soledad en la que caben la alegría, los recuerdos, usted y acaso tantos más. Está este balcón sobre Suipacha lleno de alba, los primeros sonidos de la ciudad. No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales."
en Ciudad Seva
en literatura.us
en Wikipedia
Sobre el autor y el cuento, investigando en cualquier buscador...
* (sí, como La náusea de Sartre)
Comentarios
Hablando de todo un poco,¿ya te cambiaste de casa?...andabas un poco desaparecida!
Passei para espreitar as novidades.
Desejos de bom fim de semana.
Beijos
Paula
Muchas gracias.