Escritura, aguja e hilo

Mientras hago un fichaje (tipo de escritura que ejercito como parte de los gajes de mi oficio), desentierro uno de esos vestigios. Apunta así, Roger Chartier, en relación con la cuestión de la lectura y de la escritura:
"Esta dicotomía [entre el aprendizaje de la lectura y el de la escritura, actividades que permitían distinguir a hombres, pobres y mujeres, que, al parecer, no son todos lo mismo] rige la ideología que considera suficiente el aprendizaje de la lectura para los medios populares y para las mujeres. Fernando Bouza cita al canónigo Pedro Sánchez quien, en su Árbol de consideración y varia doctrina, publicado en 1548, pinta así el retrato de la mujer ideal: "No ay necesidad de que sepa escrivir [...] si supiese leer, lea en libros de devoción y de buena doctrina, que el escrivir quédesse para los hombres. Sepa ella muy bien usar de una aguja, de un huso y una rueca, que no a menester usar de una pluma". Sin embargo, los humildes y las mujeres, o por lo menos algunos de ellos, se apropiaron, frecuentemente con penosos esfuerzos, el poder de la escritura y franquearon los límites impuestos por los modelos dominantes. De ello, tenemos varios señales. La aguja fue, muchas veces, una pluma; y el bordado o la tapicería, la escuela o el soporte de la escritura femenina." (pg. 119)*

*Chartier, R. (2005) "Escritura, oralidad e imagen en el Siglo de Oro". En El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito. México: Universidad Iberoamericana.
Comentarios